Testimonios de personas que tuvieron la suerte de
conocer y tratar a Madre Belén. Ellas, mejor que nadie, desde el contacto
directo y los años compartidos con ella, nos descubrirán la gran humanidad que
se escondía bajo su tremenda humildad.
Los testimonios
sobre M. Belén, de personas que la conocieron y trataron son muchísimos. Dados
voluntariamente y por escrito y firmados
por quienes los emiten,
constituyen en sí mismos una valiosa aportación sobre su vida y santidad y
figuran en su debido lugar en la documentación del Proceso.
Aunque
merecerían ser reproducidos íntegramente
en esta página, no es posible hacerlo
así dado el número y extensión de los mismos. No obstante, en esta sección “Yo conocí
a M. Belén” iremos reproduciendo algo de lo que sobre ella nos
dicen los que la conocieron y trataron.
Fue su sonrisa...
Trabajé con las hermanas de la
Congregación Esclavas del Divino Corazón en Argentina por 44 años. Un día me
pidió hna. María Dora Romero que escribiera mis vivencias y experiencias de fe
y devoción por Madre Belén, por eso me decidí a escribir.
Después de unas vacaciones de
verano, al llegar al colegio de las Esclavas, vi en la recepción varios
folletos de una religiosa que me llamaron la atención por su sonrisa. Tomé uno,
lo llevé y lo leí.
En un momento muy difícil de mi
familia, me acordé de ella, le hice un pedido y le prometí que si me lo
concedía la iba a dar a conocer. Al día siguiente la hermana Graciela me
ofreció un trabajo. Le conté a ella mi sorpresa y alegría; de ahí en más cada
uno de mis allegados que tuvo una necesidad le pedí a ella. Tal es así que
cuando se me terminaron los folletos y estampas mandé a imprimir 200 y tengo
que volver a hacer.
Sólo voy a contar dos casos de
los muchos que experimenté. Le conté a una compañera de otro colegio mi
devoción por Madre Belén, ella me dijo que no era muy creyente pero que la iba
a googlear; a los pocos días me pidió que le haga 100 estampas para ella.
Y el otro hecho fue que a la mamá
de mi nuera, que vive en Chile, le detectaron una especie de leucemia,
estaba internada y la fiebre no bajaba. Su hija desde Argentina le dijo “dormí
pensando en Madre Belén y yo voy a hacer lo mismo y al despertarte hacemos lo
mismo”. Y al día siguiente la fiebre cedió y ahora se encuentra perfectamente
con sus controles respectivos.
Este es mi vivencia de Fe con
Madre Belén. En este momento tengo una lista de pedidos y los voy tachando a
medida que me los va concediendo, algunos por trabajo y otros por salud.
Susana Moreno
15/11/2017
El Obispo de Porto Naciona (Brasil) conoció a Madre Belén
D. Alano du Nodai, Obispo de Porto Nacional (Brasil) diócesis a la que pertenecía Dianópolis, que trató a M. Belén en sus años de misionera., escribe:El primer encuentro con M. Belén inspiraba un sentimiento de respeto muy profundo, motivado por la extrema distinción y dignidad de su persona. Un relacionamiento más prolongado dejaba percibir la más eximia amabilidad sonriente y acogedora que, luego, facilitaba el diálogo confiado y amable.
Sentíase que esa sencillez se aliaba con una notable firmeza de carácter, serena, ponderada, de la más juiciosa prudencia envuelta en una indecible bondad y mansedumbre.
Todo en ella irradiaba la rectitud, la lucidez, el más elevado sentido del deber, una espontánea autenticidad y naturalidad que creaba un ambiente que invitaba a la confianza.
Superiormente inteligente, tenía intuiciones que impresionaban.
Toda su riqueza espiritual y humana tenía su origen en una vida de unión con Dios verdaderamente traslúcida que se percibía por cuantos nos aproximábamos a ella.
Lo que dejó en mí el encuentro con M. Belén es el recuerdo inolvidable de una gran religiosa en que una naturaleza excepcionalmente dotada, supo corresponder a la gracia de la vocación religiosa con una fidelidad que tocaba la raya del heroísmo.
P. Alano du Nodai, O.P.
Obispo de Porto Nacional (Brasil)
Hna. MªJosé Fernández conoció a Madre Belén
Madre
Belén ha sido un regalo de Dios a nuestra Congregación; un testimonio
vivo de caridad, acogida, adhesión a la Voluntad de Dios, pobreza, celo
apostólico y misionero y de fidelidad a Dios y a la Iglesia.
Descubrí
en ella virtudes y actitudes heroicas en medio de una gran sencillez y
humanidad, salpicada de un gran sentido del humor y agudeza andaluza.
Se
distinguía por su bondad, por su amor a la verdad. Siempre sincera,
fiel a su conciencia, disponible para las cosas más costosas. Su mundo
interior no conocía el egoísmo ni la doblez.
Hablar
con M. Belén era encontrarse con la humildad y la caridad hecha carne,
era encontrarse con una mujer que amaba mucho, que amaba a todos, que se
desvivía por cada uno y sus necesidades, siempre inclinada con singular
amor hacia los más pobres. El celo apostólico y los pobres fueron una
constante en su vida.
Al conocer más profundamente a M. Belén, conocí algo más de Dios.
Fue
una Esclava que experimentó el amor de Dios y lo anunció a todos los
pueblos; su único deseo fue engendrar a Cristo en el corazón de cada
persona, tal y como lo ideó Marcelo Spínola para sus Esclavas.
Hna. Mª José Fernández, ADC.
Hna. Celia dos Santos conoció Madre Belén
En
los once años que tuve la suerte de tenerla como Superiora puedo
asegurar que siempre la ví coherente con su vocación de Esclava. Las que
trabajamos con ella en Dianópolis sabemos cómo vivió intensamente
entregada a las almas, en aquellos sertones del nordeste goiano,
Misionera, con grande amor a las almas, que le hacía pasar por encima de
toda clase de sacrificios , superar obstáculos, vencer situaciones
repugnantes a la naturaleza con el entusiasmo propio de quien está llena del amor de Dios.
No
había obstáculo para ella cuando se trataba de hacer el bien. Sus
ansias de salvación de los hermanos le llevaron a situaciones bien
difíciles y muchas veces incomprensibles para aquellos que no entendían
del celo apostólico. Niños, jóvenes, adultos y ancianos, cuanto más
pobres y sufrientes, cuanto más repugnantes en apariencia, más dignos
eran de su amor.
Tractores,
camiones, carros de bueyes, “jeeps”, frágiles embarcaciones fluviales,
de todo se servía para llegar hasta donde se hacía necesaria su
presencia misionera. Cada una de aquellos viajes misioneros era un
riesgo. Y para ella, un
continuo renovar su confianza en Dios. Porque tenía miedo; todas lo
sabíamos, y eran horas y horas atravesando el “mato” sin ver alma viva.
Normalmente la sed era nuestra compañera inseparable.
Nunca la vi quejarse de las incomodidades que se pasaban en aquellos viajes y estancias en carentes hasta de lo más imprescindible. Ella aceptaba todo con aquella bondad y amor que nos contagiaba a todas. Cuantas
veces a la vuelta de esas caminatas, cubiertas de polvo y suciedad, nos
hacía olvidar todo para pensar que fuimos instrumentos de Dios para con
aquellas pobres criaturas.
Su
caridad era sin límites. M. Belén amó con el corazón de Cristo. Y por
eso sabía perdonar con aquella capacidad de perdón propia de las almas
muy amantes del Maestro.
Su
capacidad de perdón, su bondad, siempre serena incluso cuando era
seriamente ofendida, sólo era comprensible porque era una persona de
mucha oración, intensamente eucarística, de fe profunda. En una palabra,
M. Belén procuraba vivir seriamente el Evangelio. Fue un alma enamorada
de Dios.
Por
esto, nunca nos extrañó saber de conversiones innumerables que se daban
a su paso por aquellas tierras, movidos por sus consejos y oraciones. Y
nunca más se olvidaron de “aquella santa” como cariñosamente la
llamaban.
Hna. Celia dos Santos, ADC.
Hna. Consuelo Ojeda conoció a Madre Belén
Siempre disponible y siempre abierta a la esperanza. Una característica de su personalidad fue una gran sensibilidad ante el dolor de sus semejantes. Se preocupaba por los demás. Buscaba siempre a los más desgraciados, solitarios y pobres. Soñó siempre con ser misionera. Era buena, agradable y siempre deseaba complacer.Toda la vida buscará para ella lo peor, en bien de los demás. Amaba extraordinariamente a los pobres. Los socorría, los enseñaba. Era muy sencilla, simpática, amable, bondadoso para con todos.
Hna. Consuelo Ojeda, ADC.
(En su biografía de Madre Belén)
La Hna. Amalia conoció a Madre Belén
Conviví
con ella, la conocía muy bien; sé de sus grandes luchas y superaciones,
fui testigo de grandes sacrificios y renuncias. Consecuente con su
consagración religiosa, con el Fiat pronunciado el día de sus votos, se
consagró a Dios para extender su reino donde se hiciese necesario, sin
límites geográficos, porque para ella la única realidad era anunciar el
amor de Jesucristo.
Hna. Amalia Altolaguirre, ADC.
(En Diario de una misionera)
Hna. Amalia Altolaguirre, ADC.
(En Diario de una misionera)
Concha Montoto también conoció a Madre Belén
Bondad,
abnegación, caridad, acercamiento a los pobres, son los cauces por los
que discurre su amor a Jesucristo. Pero en el horizonte de su vida hay
un “más” que la llama incesantemente: las misiones.
En
Dianópolis, como en todas partes, Madre Belén se entrega a un trabajo
agotador, urgida su caridad por tantas necesidades como la rodean.
Asombra
su fecunda acción. Y asombra sobre todo la valentía con que llevó a
cabo empresas que debieron costarle un enorme vencimiento, dada su
natural timidez. Pero su amor a Jesucristo le comunicaba la fortaleza y
arrojo en tantas obras apostólicas como emprendía.
Se vencía y se superaba hasta el heroísmo. Un heroísmo que a fuerza de repetirlo llegó a serle connatural.
Ejercitada
en el sufrir y en el continuo darse a los demás, le sorprendió su
última enfermedad. Delicadeza para con todos, bondad, olvido de sí,
atención a cuantos la visitaban y una humildad sin límites era el
ambiente que envolvía su situación de enferma. Junto a ella se palpaba
la presencia de Dios, a quien tan sinceramente se había entregado.
Hna. Concha Montoto, ADC.
(En Hoja de difusión)
La Hna. Rosario Raquejo conoció a Madre Belén
Vibraba con el ideal misionero que le impulsaba a entregarse a todos, sin medir sacrificios.
Era una Esclava total que supo vivir la espiritualidad de la Congregación centrada en el amor personal a Jesucristo, asumiendo las actitudes de María. Jesucristo fue para Madre Belén “Alguien vivo”, siempre presente en su vida.
Era una Esclava total que supo vivir la espiritualidad de la Congregación centrada en el amor personal a Jesucristo, asumiendo las actitudes de María. Jesucristo fue para Madre Belén “Alguien vivo”, siempre presente en su vida.
Sabía unir a una espiritualidad profunda una sencillez y bondad incomparables. Su capacidad de amar y perdonar nos estimulaba en el diario caminar hacia el Señor. Superaba las circunstancias difíciles con grande espíritu de fe y oración. Nunca la oí hablar mal de nadie ni quejarse, aunque en ocasiones muy duras tuviera razones para ello.
Siempre admiré sus actitudes de humildad, bondad, perdón, su vida sencilla tan humana y llena de optimismo y olvido de sí para hacer felices a cuantos vivían con ella; su servicio apostólico a todos sin interés de recompensa alguna y, sobre todo, su humildad, bondad y fidelidad al Señor. Su vida hablaba por sí. Madre Belén fue una verdadera Esclava.
(En Diario de una misionera)
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